En una sorpresiva decisión que causó un fuerte impacto en la Iglesia en la Argentina, el Papa Francisco removió al arzobispo de La Plata, Gabriel Mestre, a menos de un año de haberlo designado en reemplazo de monseñor Víctor Fernández -convocado a ocupar un alto cargo en el Vaticano- en la tercera jurisdicción eclesiástica católica en importancia del país después de Buenos Aires y Córdoba, sin que trascendieran los motivos.
Por el contenido de la carta de despedida de Mestre a los fieles platense puede inferirse que su separación se relaciona con la tensión que generó en el clero marplatense el nombramiento de su sucesor en la diócesis de Mar del Plata, donde Mestre era obispo, al punto de conformar una rebelión contra el mismísimo Pontífice, quien es el que nombra a un obispo. Y que supuestamente el propio Mestre habría amparado.
“En la Ciudad Eterna, después de confrontar algunas percepciones distintas con lo acontecido en la diócesis de Mar del Plata desde noviembre de 2023 hasta la actualidad, el Papa me pidió la renuncia a la sede platense”, dice en su carta Mestre, de 55 años, muy apreciado por los fieles, y que el sábado presidió en la catedral platense el Tedeum por el 25 de Mayo ante el gobernador Axel Kicillof.
Tras precisar que había sido convocado por la Santa Sede “a dialogar sobre algunos aspectos de la diócesis de Mar del Plata”, señala que “con profunda paz y total rectitud de conciencia ante Dios por cómo obré, confiando en que la Verdad nos hace libres (Juan 8,32), y con obediencia filial y teologal al Santo Padre, inmediatamente redacté mi renuncia, que fue aceptada y hecha pública el día de hoy”.
Al decidir Francisco nombrar al arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Fernandez, para ocupar el cargo de prefecto de Congregación para la Doctrina de la Fe -uno de los puestos más importantes del vaticano-, eligió como reemplazante a Mestre -el anuncio fue el 28 de julio pasado- y, en el lugar de este en Mar del Plata, fue designado interinamente el vicario general, el padre Luis Albóniga.
El 21 de noviembre se nombró como su reemplazante en la diócesis marplatense a monseñor José María Baliña, que se venía desempeñando como uno de los obispos auxiliares de Buenos Aires, pero menos de un mes después presentó sorpresivamente su renuncia por motivos de salud. Aparentemente, muchos en la diócesis de la Ciudad Feliz esperaban que el nombramiento recayera en Albóniga.
No ocurrió. El 13 de diciembre Francisco designó en lugar de Baliña al por entonces obispo auxiliar de San Juan, Gustavo Larrazábal, quien luego se supo que había sido denunciado por acoso sexual en perjuicio de una antigua empleada, causa en la que quedó, finalmente, desvinculado por falta de mérito. Pero la situación habría generado la resistencia del clero y de dirigentes laicos marplatenses.
Finalmente, en 17 de enero de este año, Francisco nombró como administrador apostólico de la diócesis a otro obispo auxiliar de Buenos Aires, Ernesto Giobando que, pese a ser el postulador de la causa (quien oficialmente la promueve) de Mama Antula, la primera santa argentina, no pudo asistir a sus canonización en Roma en febrero por tener que ocuparse de su nueva función en la convulsionada Mar del Plata.
La carta de despedida de Mestre
Soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros» (Is 6,5). Con esta frase del profeta Isaías iniciaba mis palabras de agradecimiento en el día de mi ordenación episcopal en Mar del Plata en 2017. Hoy la repito, una vez más, consciente de mi debilidad y la debilidad humana de la bella Iglesia que es mi casa y mi familia. Iglesia Santa por el Ministerio de la Trinidad, Iglesia pecadora por la fragilidad de las personas que formamos parte de ella.
Días atrás, la Santa Sede me convocó en Roma a dialogar sobre algunos aspectos de la Diócesis de Mar del Plata luego de mi traslado a la Arquidiócesis de La Plata al ser designado arzobispo metropolitano por el Papa Francisco.
En la Ciudad Eterna, después de confrontar algunas percepciones distintas con lo acontecido en la Diócesis de Mar del Plata desde noviembre de 2023 hasta la actualidad, el Papa Francisco me pidió la renuncia a la sede platense. Con profunda paz y total rectitud de conciencia ante Dios por cómo obré, confiando en que la Verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32), y con obediencia filial y teologal al Santo Padre, inmediatamente redacté mi renuncia, que fue aceptada y hecha pública el día de hoy.
Querida comunidad de la Arquidiócesis de La Plata:
Hoy dejo de ser el pastor de ustedes. Quiero decirles que he sido muy feliz estos ocho meses y medio y por eso se los agradezco de corazón. He disfrutado de cada encuentro con los laicos y laicas de todas las edades, con los consagrados y consagradas, con los seminaristas, diáconos, presbíteros y obispos auxiliares. ¡Gracias por hacerme sentir en casa! ¡Gracias por los gestos de delicadeza y amabilidad en cada una de las visitas! ¡Gracias por invitarme a ser parte de sus vidas! Realmente pude experimentar la diversidad y profundidad de la fe en Dios de muchos de ustedes, fe comprometida que me edificó y enriqueció más de una vez.
Me duele partir, me duele dejarlos como pastor de esta Iglesia Particular que peregrina en La Plata, pero estoy seguro de que Dios tiene planes mucho mejores que hoy no puedo terminar de descifrar. ¡Confío en el Señor porque Cristo es nuestra paz (Ef 2,14)! Los llevaré siempre en mi corazón, rezaré por ustedes y los confío a la protección de la Bienaventurada Virgen María y la intercesión de la Beata Ludovica y el Beato Eduardo Pironio, para que puedan preparar esta nueva etapa en la espera del nuevo pastor que el Señor les regalará a través del querido Papa Francisco.
Los abrazo fuerte en Jesús el Buen Pastor, con el afecto y el cariño de siempre.